RETRATOS 3Lo he visto sestear en un cuarto de baño inmundo, lleno de pintadas estudiantiles que con letras francesas describían un porvenir que no era el suyo. Lo he visto leer en el retrete de un hostal, mientras la noche otoñaba y yo dormía en una madrugada que no me pertenecía. Lo he perdido en una canción de Leonard Cohen, cuando su mirada se zambullía en una tristeza que desconozco, y se quedaba ausente, sin poder seguir el hilo de una velada sin nombre. He sabido de él por sus pasos errantes, por el rastro que dejaba cuando todos dormían y él soñaba sin querer dormir, ebrio de unas uñas en otro tiempo cortadas. He jurado no creer más en los muros de su madurez, después de que su risa bribona me exigiera un paso más en el delirio. He sido rico a su lado, un día que cambiamos un adoquín del boulevard raspail por un solomillo y una obra de moliere. He visto los bajos de su cama, esa azotea donde Claudio Rodríguez se pone ciego cantando a Jaime Urrutia. He sido cómplice de su inseparable fortuna y víctima de su repetitivo despiste, dos caras de una moneda que nunca supo retener. Y lo he encontrado, cuando la lluvia desnuda las calles y él se queda pintando las teclas azules de su piano.