Leo en la contraportada del “El pais” : “Mi curiosidad es superior a mi profundidad”. Es una frase de Daniel Divinsky, editor de Mafalda. En realidad creo que es lo que nos pasa a todos últimamente. Somos muy curiosos y muy poco profundos. Ya casi nadie lee novelas de más de 500 páginas. Es el efecto de la interconexión, de internet, del exceso de información. Nos movemos entre nenúfares, saltando de un fragmento a otro, sin posibilidad de continuidad. Se acabó el principio, el desenlace y el fin. Lyotard lo denominó, en los años 70, como “la crisis del metarrelato” y acuñó el término de “posmodernismo”. Es algo parecido a lo que le pasa a los niños pequeños. Son muy curiosos y muy poco profundos. Se encaprichan de una cosa, y a los cinco minutos ya se han olvidado de su juguete. Necesitamos estímulos diferentes constantemente. Y si eso nos pasa a nosotros (que vivimos entre Gutenberg y Google), imaginad cómo serán las nuevas generaciones. La mente humana está cambiando.
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